RELMECS, Diciembre 2019-Mayo 2020, vol. 9, nº2, e064. ISSN 1853-7863
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Centro Interdisciplinario de Metodología de las Ciencias Sociales
Red Latinoamericana de Metodología de las Ciencias Sociales

Reseñas

Por una ciencia para y con los sujetos.

Reseña de: De la Garza Toledo, Enrique (2018). La metodología configuracionista para la investigación social. Ciudad de México: Universidad Autónoma Metropolitana - Gedisa.

María Belén Morris

Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (Universidad Nacional de La Plata)/CONICET, Argentina
Cita sugerida: Morris, M. B. (2019). Por una ciencia para y con los sujetos. [Revisión del libro La metodología configuracionista para la investigación social por E. De la Garza Toledo]. Revista Latinoamericana de Metodología de las Ciencias Sociales, 9(2), e064. https://doi.org/10.24215/18537863e064

Enrique De la Garza se ha convertido, a lo largo de una prolífica trayectoria académica, en uno de los máximos referentes de los estudios del trabajo en América Latina. Su vocación investigativa se ha plasmado también en los aportes realizados al área de la epistemología de las ciencias sociales. La metodología configuracionista para la investigación social reúne una serie de contribuciones elaboradas por De la Garza en este campo. El texto es una tenaz defensa de la ciencia que batalla ecuánimemente contra los postulados del positivismo y la ciencia estándar (se remonta a los textos que De la Garza produjo en la década del 80) y contra lo que el autor llama antiepistemología (o, dicho de otra forma, el impacto que el pospositivismo y el giro lingüístico ha tenido sobre la comunidad científica). El autor se ocupa, en los diferentes capítulos, de desarmar los supuestos ontológicos y epistémico-metodológicos sobre los que se apoyan estas perspectivas para, luego, sentar las bases de una nueva ciencia social. Una de las principales marcas de La metodología configuracionista… es su polifonía: los afluentes (Hugo Zemelman, principalmente, pero también Antonio Gramsci y Edward P. Thompson, entre otros) y los interlocutores con los que De la Garza dialoga son convocados y tensionados de forma constante. Esa es la estrategia argumentativa con la que plantea la secuencia de capítulos. A lo largo de todo el libro, el autor busca escapar de un paradójico dualismo que impera en los nuevos estándares de la comunidad científica: el relativismo en el nivel de la epistemología y el realismo en el nivel de la teoría.

En los dos primeros capítulos, De la Garza discute con el positivismo y con el relativismo, paradigmas que, según su perspectiva, han ubicado al conocimiento científico en dicha encerrona. Primeramente, el autor cuestiona los postulados ontológicos del positivismo y el modelo de ciencia –desubjetivado, abstracto y ahistórico– que de allí se sigue, el cual supone una realidad estática y unidimensional pasible de ser capturada por una teoría homogénea. Ante esto, De la Garza propone una ruptura relativa a diferentes aspectos sobre los que volcará sus reflexiones en los capítulos subsiguientes. En cuanto al relativismo científico, cuestiona que haya arrasado con la posibilidad misma de la ciencia, al destacar enfáticamente las mediaciones del lenguaje y el poder en la constitución del conocimiento. Aun reconociendo su incidencia, De la Garza se propone rescatar a la ciencia de estos embates a través de la formulación de una epistemología pospositivista que sea una alternativa ontológica y metodológica al positivismo. El autor se enfoca en el estatus de la legalidad científica y en el leitmotiv del conocimiento social: el entramado de estructuras-subjetividades-acciones. Esta reformulación ontológica demanda un ajuste central en el terreno metodológico: la teoría debe cumplir una función reconstructiva y no verificativa. En este sentido, la teoría debe ser una red abierta y flexible, integrada por conceptos teóricos y del lenguaje común, que permita descubrir la síntesis de múltiples determinaciones. La teoría debe ser, entonces, una configuración, concepto nodal de toda esta obra.

En el tercer capítulo De la Garza se aboca al análisis del método concreto-abstracto-concreto, cuya forma espiralada supone una creciente complejidad derivada del acercamiento gradual y progresivo al objeto de estudio. El objetivo del conocimiento, entendido como un movimiento multietápico y reconstructivo, es explicar el modo en que se articulan los niveles de la realidad, dando por supuesto que las jerarquías que los enlazan son abiertas y que en el medio pueden existir contradicciones, discontinuidades y fugas.

La discusión que De la Garza entabla en el capítulo cuarto es con un marxismo positivista que define a la realidad de una forma estática y desubjetivada. A cambio, propone pensar una realidad dialéctica compuesta por diferentes espesuras (niveles de realidad). Es notoria en esta sección la influencia del pensamiento zemelmaniano, tanto en los supuestos ontológicos como en los procedimientos indicados para la “reconstrucción del espacio de lo posible en el tiempo presente” (p. 154).

En el apéndice que acompaña este desarrollo, De la Garza enseña al/la lector/a su abordaje del trabajo no clásico a partir del método concreto-abstracto-concreto. Sobre este concepto ha versado buena parte de la obra del autor, la cual integra el acervo canónico de la sociología del trabajo. En La metodología configuracionista… De la Garza no profundiza en esos aportes, sino que pone de relieve la perspectiva epistemológica y metodológica que informó aquellos estudios. Este ejercicio que el autor propone visibiliza que su obra es un compendio coherente en términos teóricos y epistémico-metodológicos, y que sus preguntas y hallazgos brotan de las indagaciones en el terreno empírico.

A diferencia de los capítulos precedentes, el quinto presenta algunas ideas más ligadas a la teoría social que a la epistemología. El propósito de esta sección es discutir y explicitar cuál es la relación entre estructura, subjetividad y acción. Tras un ligero recorrido por discusiones clásicas de la teoría social, De la Garza arriba a una segunda acepción de configuración: ésta ya no refiere solamente al modo en el que es concebida la teoría sino a la forma de la realidad concreta que esa teoría procura reconstruir.

A continuación, De la Garza dedica un apéndice y un capítulo a profundizar en la idea de configuración. En el apéndice ensaya una apropiación en clave configuracional de la obra clásica de E. P. Thompson, La formación de la clase obrera en Inglaterra. En el sexto capítulo elabora un aspecto nodal de la epistemología configuracionista: la colocación del sujeto en el proceso de conocimiento. La inserción del sujeto adquiere un sentido profundamente político, en tanto implica, por un lado, que el propósito fundamental de esta epistemología crítica es la determinación del espacio de acción de los actores; por el otro, que esa acción de los sujetos constituye una “prueba” definitiva del conocimiento. En sus palabras: “la construcción teórica de un espacio de posibilidades se validaría en tanto éxito o fracaso del sujeto en constitución y su papel transformador” (p. 243). Este cuestionamiento del clásico criterio de verificación de la ciencia es indudablemente uno de los aportes más potentes y provocadores del texto.

En los apéndices subsiguientes, Marcela Hernández e Inés Montarcé acercan el planteo ontológico del autor con la tarea concreta del quehacer científico al poner en funcionamiento el andamiaje epistemológico y metodológico del configuracionismo. En ambos casos se exponen investigaciones empíricas en las que el punto de partida es un problema situado y concreto, y la teoría cumple una función reconstructiva que apunta a descubrir (sin presuponer) las determinaciones que moldean a los respectivos objetos y la eficacia explicativa de unas sobre otras.

Para De la Garza, la realidad es una articulación entre sujeto y objeto que comprende diferentes niveles de realidad y que se encuentra en permanente transformación. De este postulado configuracionista se siguen diferentes líneas específicas a las cuales De la Garza dedica los últimos capítulos: su enfoque acerca de la observación empírica (y, en relación con esto, la construcción de indicadores empíricos) y la coinvestigación en tanto desenlace práctico de una investigación empírica. En el capítulo séptimo analiza a la observación empírica como una relación entre sujeto y objeto de conocimiento. En función de que se teoriza una realidad en movimiento, De la Garza afirma que es preciso plantear el problema de la observación en términos históricos y no lógicos, en tanto se trata de una relación históricamente determinada entre sujeto y objeto. La cuestión del tiempo atraviesa también el desarrollo que el autor realiza acerca de la naturaleza y la finalidad de los indicadores empleados en el proceso de investigación. Dado que medir y cuantificar un determinado aspecto de la realidad social es trazar una correspondencia entre número y realidad, existe el riesgo de que ésta se inmovilice en una forma determinada. En virtud del objetivo de la teoría reconstructiva –la construcción de objetos potenciales–, si hay un lugar para la medición y la cuantificación estas deben situarse en el pasaje de lo concreto a lo abstracto y no en la etapa posterior – abstracto-concreto pensado–, donde la cercanía con las múltiples determinaciones que moldean a los objetos es mayor.

La inserción radical de los sujetos en el proceso de conocimiento implica un involucramiento de ellos en las distintas etapas de la investigación. La coinvestigacion, entendida como generación conjunta de conocimiento entre intelectuales y sujetos sociales, es sugerida como la modalidad más apropiada para la puesta en práctica de la epistemología crítica (capítulo noveno). En función de que los sujetos deben poder conocer las potencialidades de su intervención en la determinación del curso histórico, la coinvestigación es una característica transversal a todo el proceso investigativo. La coinvestigación busca escapar al mismo tiempo de la idea de concientización, presente en algunas líneas promotoras de la investigación-acción, y de la modalidad de observación participante que presupone una sabiduría popular omnisciente a ordenar y sistematizar. Con este espíritu, De la Garza ha llevado adelante una investigación sobre la acción del Sindicato de Trabajadores Telefonistas de la República Mexicana que se reconstruye en un apéndice.

El último capítulo del libro funciona como una síntesis del desarrollo realizado hasta aquí, donde presenta de forma resumida los presupuestos metodológicos y ontológicos sobre los cuales apoya su metodología configuracionista. En resumen, la idea de configuración ha permitido a De la Garza elaborar una solución epistemológica para la teoría estándar (basada en proposiciones ahistóricas y desubjetivadas, vinculadas entre sí de forma deductiva), y una solución teórica para pensar las relaciones entre estructuras, acciones y subjetividades. Esta propuesta es inseparable de su impronta transformadora. En esta sección, De la Garza vuelve a plantear –aunque no explora lo suficiente– la necesidad de un criterio de verificación innovador y revolucionario; aunque puede haber pruebas parciales, explicativas o comprensivas, respecto a las configuraciones que circundan al objeto, “la prueba final [es] la praxis transformadora de los objetos y de los propios sujetos” (p. 355).

Este aspecto remite al elemento más destacable de la obra de De la Garza. Uno de los propósitos de este texto, así como también de toda una trayectoria vital asociada a este modo de producción científica, ha consistido en buscar un fundamento alternativo para la ciencia. El para qué de esta práctica, que aquí se formula explícitamente a partir de un horizonte emancipatorio de los sujetos que hacen la realidad (que incluye también a los sujetos que investigan), trasciende una curiosidad investigativa asociada a un interés específico y repone la importancia política de la tarea, especialmente a través de la propuesta de la coinvestigación. La inserción radical del sujeto en la epistemología crítica provoca e interroga a un modelo de ciencia aséptico. La obra constituye un aporte teórico-práctico sólido, sistemático y exhaustivo a diferentes tópicos centrales de la teoría social, la epistemología y la metodología: la demarcación entre conocimiento científico y conocimiento común, las discusiones entre positivismo y hermenéutica, la relación teórica y epistemológica entre sujeto y objeto de conocimiento, el problema de la verificación científica, el vínculo entre estructuras, acciones y subjetividades, las tensiones entre teoría e historia, y la importancia del tiempo (en especial, del tiempo presente) en la investigación. Al mismo tiempo, aunque este no sea un propósito explícito del autor, la obra constituye una valiosa contribución a la discusión sobre la utilidad, la función crítica y la potencia política del conocimiento producido por las ciencias sociales.

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