RELMECS, junio - noviembre 2022, vol. 12, nº1, e108. ISSN 1853-7863
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Centro Interdisciplinario de Metodología de las Ciencias Sociales
Red Latinoamericana de Metodología de las Ciencias Sociales

Artículos

Entre la herrería y la sociología. Reflexiones en torno al proceso de trabajo de un tesista de grado

Juan José Pintos Radice

Grupo de Estudios Sociourbanos. Facultad de Humanidades. Universidad Nacional de Mar del Plata - CONICET, Argentina
Cita sugerida: Pintos Radice, J. J. (2022). Entre la herrería y la sociología. Reflexiones en torno al proceso de trabajo de un tesista de grado. Revista Latinoamericana de Metodología de las Ciencias Sociales, 12(1), e108. https://doi.org/10.24215/18537863e108

Resumen: Este artículo reflexiona y aporta aprendizajes sobre la experiencia de trabajo que demandó la tesina por la cual obtuve el título de Sociólogo. El objetivo es abordar reflexivamente aquellas cuestiones que atravesaron el trabajo de campo en el basural de Mar del Plata, y, además narrar las vivencias que posibilitaron concretar las entrevistas, y la siempre compleja tarea de desplegar los resultados de investigación mediante la escritura. Al tiempo que intenta abrir nuevos interrogantes sobre todo aquello que (nos) sucede, la manera que interviene y es intervenida nuestra propia biografía en este trayecto.

Palabras clave: Reflexividad, Tesina, Trabajo de campo, Entrevistas.

Between blacksmithing and sociology. Reflections on the work process of an undergraduate thesis student

Abstract: This article reflects on and provides lessons learned from the work experience obtained while doing my bachelor thesis to obtain my degree in Sociology. The aim is to reflectively address those issues raised through the fieldwork in the Mar del Plata landfill, and also to narrate the experiences that made it possible to conduct the interviews, as well as the always complex task of deploying the research results through writing. At the same time, this paper aims to raise new questions about everything that happens (to us), and about the way our own biography impacts and is impacted upon on this journey.

Keywords: Reflexivity, Bachelor thesis, Fieldwork, Interviews.

Entre a ferraria e a sociologia. Reflexões em torno ao processo de trabalho de um estudante de TCC de graduação

Resumo: Este artigo reflete e promove aprendizados sobre a experiência de trabalho que demandou o TCC pelo qual me formei como Sociólogo. O objetivo é abordar reflexivamente os assuntos que atravessaram o trabalho no aterro de lixo de Mar del Plata, além de narrar as vivências que possibilitaram concretizar as entrevistas e a sempre complexa tarefa de apresentar os resultados por meio da escrita. Enquanto tenta abrir novas questões sobre o que (nos) acontece, a forma que intervém e é intervinda a nossa própria biografia nesse percurso.

Palavras-chave: Reflexividade, TCC, Pesquisa de campo, Entrevistas.

1. Introducción

Este artículo se propone abordar reflexivamente aquellas cuestiones que recorrieron transversalmente el trabajo de campo y la escritura de mi tesina de grado, en el marco de la licenciatura en Sociología por la UNMDP.1 Más precisamente, intenta plasmar la experiencia y las vivencias de quien se inicia en el mundo de la investigación sociológica y que, hasta el momento, se había desarrollado como trabajador metalúrgico. El proceso reflexivo es entendido aquí como aquel que contempla todo el desarrollo de la investigación, no solo distingue la figura del investigador, sino que además abarca el trabajo de campo, la perspectiva teórica y la elaboración del texto (Guber, 2018). La tesina en cuestión versa sobre las representaciones sociales del ambiente de recuperadores y recuperadoras informales del predio de disposición final de residuos de la ciudad de Mar del Plata. El trabajo de campo, realizado durante el año 2019, se ubicó principalmente dentro del basural dado el contexto particular que este escenario presenta, lo cual significó echar mano de todo el bagaje de recursos y herramientas que permitiesen un abordaje sociológico a la dinámica de un basural.

El artículo se estructura en cuatro ejes principales. En el primero, expondré el marco en el que se inserta el objeto de estudio y presentaré algunas consideraciones iniciales. En el segundo, examinaré cuestiones ligadas al acceso al campo, las negociaciones que llevaron a realizar una primera visita al basural, lo que me permitió posteriormente el ingreso. En tercer lugar, analizaré cómo mi oficio de herrero funcionó como un pasaporte que permitió franquear ciertas barreras en el acceso a los informantes y sus narraciones, sobre todo al momento de realizar las entrevistas (tal como sostiene Guber (1996) los investigadores podemos convertir episodios en apariencia anecdóticos y personales en instancias de conocimiento). Finalmente, trataré de exponer algunas cuestiones referidas al proceso de escritura y la siempre compleja tarea de desplegar los resultados de la investigación mediante un texto que sintetice de la mejor manera posible aquello que nos hemos propuesto investigar.

1.2 Algunas consideraciones iniciales

El contexto social y económico, que lleva a cientos de recuperadores y recuperadoras informales a buscar en la basura el sustento de vida, tiene estrecha relación con el impacto producido por las trasformaciones sociales y económicas que tuvieron lugar en Argentina desde la última dictadura militar, y que terminaron por eclosionar en la crisis del año 2001. Estas produjeron una desarticulación de la matriz estado-céntrica por una mercado-céntrica (Cavarozzi, 1997). Este a su vez, tuvo como consecuencia una fuerte erosión de la estructura socioproductiva de la Ciudad de Mar del Plata, generando la expulsión de mano de obra del mercado laboral, lo que se tradujo en un aumento exponencial de la desocupación. A nivel nacional, durante la década de 1990 comenzó a registrarse un incremento de personas vinculadas al cartoneo (Schamber, 2006), que sumada a la devaluación de la moneda en el año 2002, conllevó a la proliferación de vías informales de recuperación de materiales (Shammah, 2009). Concomitantemente, el basural de la ciudad de Mar del Plata comienza a instituirse como un sitio en el cual cientos de personas encuentran el sustento diario como respuesta a la crisis de empleo. La conflictividad socioambiental en torno a la gestión y disposición de residuos ha sido un eje históricamente problemático para el Partido de General Pueyrredon. El punto de ruptura se produce en el año 2012, cuando el Municipio de General Pueyrredon implementa un sistema de Gestión Integral de Residuos Sólidos Urbanos (GIRSU), financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en el marco del plan de ciudades emergentes, como consecuencia de diversos cierres y clausuras por parte de la justicia debido al colapso del basural, los recurrentes incendios y una situación social de creciente conflictividad (DGGA, 2017). Este proceso derivó en la conformación de una cooperativa (CURA Ltda) por parte de un grupo de recuperadores y recuperadoras con el fin de formalizar sus actividades de recupero de materiales. No obstante, el mayor número2 los recuperadores y recuperadoras continúan realizando sus labores de manera informal, coexistiendo ambos sectores en el ámbito del predio de disposición final de residuos. Las condiciones en las que se desarrolla el recupero informal no se han alterado sustantivamente a lo largo de los diferentes periodos, e incluso en el nuevo predio el contexto en que se recupera material para la venta y alimentos para su consumo es de características similares a los anteriores (Pintos Rádice, 2018). En este marco está inserto el grupo de actores que son objetos de la investigacion, y es a su vez el contexto en el que fue realizado el trabajo de campo. Dadas las especificidades de este escenario, la atención investigativa estuvo orientada hacia el análisis intenso de sus significados, con la intención de comprenderlo en su especificidad más que buscando generalizaciones (Marradi, Archenti y Piovani 2007).

2. Notas sobre el trabajo de campo

2.1 Acceso al basural

Ingresar al basural no representaba algo complejo o difícil en sí mismo, sobre todo porque hasta el momento en que se realizó la tesis la entrada al predio era pública, con escasos controles a excepción de los galpones donde operaba CEAMSE. No obstante, mi sola presencia no significaba un acceso que permitiera llevar adelante la tarea investigativa. El acceso no es una cuestión saldada una vez que uno ha conseguido introducirse en el campo, ya que de ningún modo garantiza la obtención de toda la información necesaria. Tal como lo plantean Hammersley y Atkinson (1994), el acceso no es apenas un asunto de presencia o ausencia física. En muchos lugares, mientras que la presencia física no representa en sí un problema, la actividad de investigación sí puede presentarlo. Por ello comencé en la búsqueda de alguien que oficiara de portero o portera, es decir, alguien que permitiera establecer los primeros contactos con recuperadoras y recuperadores. En paralelo al proceso de tesis comencé a participar en un proyecto de extensión con recuperadores urbanos ligados al Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE). Dentro del equipo se encontraban varias personas vinculadas a la Pastoral Social del Obispado de Mar del Plata. En conversaciones de trabajo, narré mis objetivos de investigación y la necesidad de encontrar un nexo con los y las recuperadoras del basural. Es entonces que Adriana, docente universitaria y una de las integrantes de la pastoral, me cuenta que desde hace 14 años, junto con un grupo de personas de diversas parroquias, realizan asistencia alimentaria varias veces por semana en el basural, y de allí surge la invitación a participar en una de las jornadas de los días viernes.

Llegado el día viernes, debíamos encontrarnos de camino al basural. Adriana me habla por teléfono y me comenta que varias de las personas que debían concurrir ese día a la preparación de las viandas no lo hicieron como era habitual; por ello, me pide si podría concurrir a la parroquia para brindar ayuda en esas labores. Es así que rumbo a la iglesia voy pensando sobre cómo esta circunstancia se presenta como una oportunidad que no merecía ser rechazada, a pesar de que no practico la fe católica, ni adscribo a los preceptos éticos de su Iglesia. Es así que rumbo a la iglesia comencé a reflexionar acerca de cómo esta circunstancia, considerando que no practico la fe católica, ni adscribo a los preceptos éticos de su Iglesia, se presentó como una oportunidad que no debía rechazar. Al entrar a la iglesia me invadió una sensación que no experimentaba desde la niñez, la de ingresar en un mundo en pausa, el peso que emanan todos los elementos de su liturgia generan una sensación de una quietud detalladamente establecida. Esto puso de manifiesto la necesaria negociación con los propios preceptos y prejuicios, quizá porque nunca hubiese imaginado que el acceso al campo iba a darse a través de la puerta de una iglesia. En ocasiones esos mundos que a priori pueden resultar inconexos entre sí, pueden devenir en puentes temporales pero esenciales para todo el desarrollo de la investigación, sobre todo en escenarios complejos. El proceso de negociación inherente a todo trabajo de campo no se da solo con porteros e informantes, sino que ocurre además con uno mismo en relación a los objetivos y la investigación en sí misma, negociar representa un proceso extenso que supone maniobrar entre posiciones y roles diversos que permitan el acceso a la información, incluso y sobre todo aquella negociación que debe darse con sí mismo.

Aquella jornada del día viernes continuó entre varios kilos de pan transformados en sándwiches, el llenado de termos con jugo, el guardado en cajas y la carga en los automóviles; desde allí, una parroquia en un barrio de clase media-alta de la ciudad, hacia el basural en la periferia sur. Una vez llegados al basural, la mecánica consistió en descender de los autos, y comenzar a bajar los alimentos y las bebidas, casi instantáneamente las personas comenzaron a acercarse. La primera sensación al llegar al basural fue la de haber arribado al lugar donde todos los desaciertos de las políticas económicas, sociales y ambientales confluyen y se materializan. Un lugar que, más allá de cualquier descripción posible, resulta indispensable experimentar en persona, la potencia que irradia en los sentidos ese espacio dominado por la acumulación de residuos. Si bien mi intención era presentarme y tratar de entablar una charla con alguna de las personas, no encontraba el tono, ni la oportunidad, ni el modo de establecer un diálogo donde pudiera meter mi investigación en la conversación. Tal como sostiene Guber (1996), depositamos la legitimidad de nuestro saber en los cursos de teoría y metodología, y estamos convencidos que con ese bagaje somos capaces de alcanzar otras esferas, otras gentes, mostrarnos y parecer dúctiles y accesibles, y sin embargo la sensación de que estaba fuera de contexto era demasiado fuerte. Quizás los manuales de metodología nos enseñan a ganar el campo (Guber, 1996), pero poco dicen del manejo de las sensaciones y emociones propias del investigador, los cuestionamientos acerca de la viabilidad el trabajo de campo y la disociación que existe entre el objeto construido teóricamente y la realidad práctica. En este sentido, el rol de Adriana fue fundamental; ella me presentó a María, referente del basural que lleva más de dos décadas viviendo y trabajando allí. Esto me permitió entablar los primeros vínculos y dejar sentado cuáles era mis intenciones en el basural, de ese modo concreté con María la primera incursión de campo a realizarse la semana siguiente, en el sector donde ella tenía ubicado su rancho. Con el transcurrir del tiempo y las diferentes ocasiones en las que visité el basural María fue ejerciendo un rol de madrinazgo informal (Hammersley y Atkinson, 1994) ya que al estar en compañía de ella y en su rancho, fui conociendo a mucha de la gente que concurría allí, y esto posibilitó generar de algún modo un acceso con mayor profundidad dentro del campo. Aquel primer recorrido por el basural desde el rol investigador fue, sin dudas, el que más sensaciones generó. En primer lugar, porque fui con el claro objetivo de iniciar el registro de observación, y porque, además, empezaba a “introducirme” en el mundo del basural, y por lo tanto comenzaba a entablar una relación con esa geografía y sus actores. El diario de campo se convirtió en un soporte esencial donde dejar registrado después de cada asistencia al basural todo lo visto, lo oído y el modo en que eso permeaba mi propia subjetividad, conformando un registro sensorial. La transcripción de ese primer registro, que se encuentra a continuación, expone aquellas primeras sensaciones y el modo en que el campo nos puede interpelar, dando cuenta de que la relación con este es dinámica y procesual, en el cual las distintas etapas que atravesamos habilitan y demandan roles diferenciales y una consiguiente renegociación (Aliano, Balerdi, Hang y Herrera 2018).

2.2 Breve excurso etnográfico o algo parecido a una descripción

Es la mañana de un sábado, en pleno verano. Hace calor y hay viento. Mucho calor y viento. Si no fuera por el lugar que es, la bandada de aves que nos sobrevuela sería una imagen imponente de la naturaleza: una colonia de gaviotas y de chimangos en procura de alimento. Arriba pájaros, abajo entre la tierra que vuela se asoman siluetas que visten ropas sucias. Son muchos, no sé cuántos, no soy bueno en eso de contar multitudes. Junto con la polvareda el viento trae más cosas, todas las que un basural puede ofrecer: bolsas, papeles, humo y un olor difícil de describir, al que mi memoria olfativa me indica como ácido, o algo parecido. Llegué después de que me tuvieron 35 minutos en la guardia de entrada para autorizarme el paso, acá hasta quien entierra la basura tiene su burocracia. Estaciono en una especie de playón, en una parte del terreno en donde la basura enterrada fue compactada y nivelada. Frente a mí está la montaña de las cosas que yo, y el resto de los que habitamos esta ciudad sacamos de nuestras casas como objetos contrarios a nuestros deseos. Bajo del auto, hacia la izquierda debajo de un monte de eucaliptus se ven varias casillas de madera, nailon, chapa y materiales que no distingo. También hay perros, muchos y en malas condiciones. Me asalta una pregunta tan trillada como elemental ¿Qué haces acá?, no me respondo por temor a que la respuesta me espante ¿Qué especie de pulsión me trajo a este lugar que parece un escenario posapocalíptico? Camino unos metros hacia la izquierda. A mis espaldas hay unos módulos similares a unos contenedores que la policía instaló, donde permanecen sentados cuatro oficiales. Contiguo a estos está el módulo de la Secretaría de Desarrollo Social de la Provincia. A la izquierda de este el de la UOCRA. Se acerca un policía a preguntarme quién soy, después de contarle me indica que no es recomendable sacar fotos sin permiso. Quizá confunda mi presencia con la de alguien que va a observar una especie de museo de la exclusión social, en donde a lo único que atinamos es a sacar el teléfono y ser una mimesis de un turista japonés. Le agradezco el consejo, y noto que sostiene un palo, como de escoba, largo. Lo consulto sobre los porqués del palo, y me cuenta que es para separar la gente en caso de peleas:

-No puedo sacar la pistola, imagínate el quilombo que se arma.

-¿Entonces los separas a palazos?

– No, más o menos. El problema es que enseguida sacan cuchillos o agarran botellas y se lastiman. Es la única manera de poder intervenir.

-¿Pasa muy seguido lo de las peleas?

- No mucho. Pero acá muchos están empastillados, o bajo efecto del alcohol. Esta gente es marginal, de alguna manera tienen que llevar la situación.

Después de un par de palabras más con el policía, saludo y sigo, me dispongo a recorrer el lugar. Claro está que lo dicho por él funcionó de dos maneras: como forma de advertirme de un potencial peligro, y de ilustrarme la realidad tal cual él la percibe, desde el conflicto. Lo primero que me llama la atención es que parece haber dos sectores, uno donde vuelcan los camiones que vienen con los residuos domiciliarios, el otro es de los contenedores.

Enseguida noto movimiento dentro del playón, la gente empieza a mirar hacia mi izquierda, y a caminar hacia acá. Advierto que esa exaltación se debe a que viene un camión, “es del mercado”, alcanzo a oír. Ni bien ingresa al playón lo invade un malón de humanos que corren a su lado, algunos incluso se cuelgan de la parte trasera. Veo en esta escena una especie de liturgia sobre un objeto sacro en medio de la basura, es el camión que viene con la mercadería que los supermercados descartan. El menú está sujeto a disponibilidad, pueden ser salchichas, carne o fideos. Estos camiones de la empresa Ciageser son los más esperados, junto con los que traen pollo y sus derivados. Me dispongo a observar la acción. El camión ingresa marcha atrás, frena junto a la pila de basura, vuelca una especie de bloque gigante como una pastilla de grandes dimensiones, de algo que no distingo, y que las manos de los que allí están se disponen a clasificar y asir. Me encamino hacia la derecha, a la parte más alta del playón, sobre una calle que divide los restos domiciliarios de los de contenedores. Allí hay una especie de barranco que hace las veces de mirador; casi contrariándome, saco el teléfono y hago un par de fotos. El policía tenía razón, caí en la tentación de museo.

Decido ir hacia las casillas para tratar de localizar a María, a quien conocí días antes.

En la puerta de un rancho hay dos hombres y una mujer, además de una docena de perros y un número imprecisable de botellas, cartones y todo tipo de elementos. Los tres están alrededor de un tacho que hace las veces de fogón, donde depositaron una pava tiznada. Saludo y pregunto por María. Luego de llamarla un par de veces aparece. María es una mujer de unos 60 y pico de años, con un rostro marcado por una vida transcurrida entre la pobreza y el trabajo en el basural; más tarde y luego de una charla prolongada entiendo que el frio, el viento, la tierra, el calor y la mugre también inscriben su historia en los cuerpos. Nos saludamos, y enseguida aparece el mate. Después del primero, ese lugar se torna más afable. El mate parece ser parte del rito de aceptación. A medida que van pasando los minutos van circulando una serie de rostros con los que voy tratando de familiarizarme. Algunos preguntan ¿quién es? De la universidad le responden. Recién ahí se presentan, me saludan y me preguntan el nombre. La primera sensación no fue la de ser un sapo de otro pozo, sino de otra galaxia. Pero persisto allí, sentado y observando, charlo con quien puedo y todo lo que se puede. Por momentos van y vienen, María también, lo hacen al ritmo de los camiones que ingresan al predio. En uno de los últimos un hombre cuyo nombre no recuerdo trae una bolsa con algo que parece carne y viene envuelta en mucho nailon. Pollo dice alguien. Recién ahí distingo menudos y varias piezas de pollo. Según me cuentan eso lo tiran porque las piezas no salieron bien cortadas y entonces termina en la basura. Traen leña y avivan al fuego, en un rato mas eso servirá de almuerzo. Cuatro horas después, no sé cuántas pavas de mate más, y varias charlas con diferentes personas me dispongo a volver a mi casa. Mientras camino hacia el auto la misma pregunta me vuelve a interrogar ¿qué haces acá?, aún no lo sé, pero ya no me preocupa que pueda responder, son las preguntas y no las respuestas las que nos ponen en movimiento. Después de todo ¿hay algo más potente que una pregunta? (Diario de campo 19/01/2019).

3. Cuestión de apariencias

Un atributo determinante sobre el modo en que somos considerados por las personas con las que trabajamos tiene estrecha relación con la manera en que ingresamos al campo (Guber, 2014). Si bien podemos considerar que la puerta de ingreso es esencial, a fin de analizar reflexivamente aquellos temas que nos son narrados, el modo en que somos representados en dicho acercamiento al fenómeno bajo estudio no se solidifica en categorías compactas, sino que se van transformando y flexibilizando (Zenobi, 2010). A diferencia de otros trabajos etnográficos, donde el ingreso al campo está marcado por un equívoco en relación al rol del investigador (Auyero, 2001; Garriga Zucal, 2012; Aliano et al., 2018), mi rol, como alguien que provenía de la universidad y debía realizar un trabajo, siempre estuvo bien identificado. Tal como se menciona en el extracto de diario de campo antes citado, mi presencia allí no pasó inadvertida. Uno de los hechos que más se repitió fue el de consultarse entre ellos y ellas quién era yo y qué hacia allí, y la respuesta que esgrimían era siempre la misma: “es de la universidad”; recién entonces se permitían entablar un diálogo conmigo. Resultaba llamativo que en todas las ocasiones no me preguntaran a mí directamente, como si existiese un código moral o una barrera social que así lo determinase. Luego de un tiempo, de varias entrevistas y charlas, comprendí que, durante diversos periodos, han circulado muchas personas ligadas a distintas esferas del Estado, en muchos casos haciendo relevamientos sobre condiciones de vida con promesas de mejoras nunca efectuadas, lo que derivó en una cierta indiferencia a toda persona ajena al basural. Es así que, contrariamente a lo que había imaginado en un principio, la referencia a mí como alguien vinculado con la universidad no me permitía establecer el acercamiento necesario con los actores. Paradójicamente, a medida que la labor de campo avanzaba, fui advirtiendo que, al mencionar mi trabajo como herrero, algunos de los actores comenzaban a tener una actitud menos displicente conmigo. En este sentido, comencé a percibir que mi rol en el campo no se sostenía de manera cristalizada frente a todos los interlocutores, sino que era negociado en el transcurso de las interacciones. Dichas negociaciones de roles son siempre dinámicas y adquieren variadas formas durante el desarrollo de las interacciones de campo (Aliano et al., 2018), lo que da cuenta del carácter procesual de la dinámica de roles. Esta situación se gestó en el marco de una ironía flagrante, el oficio de herrero que intentaba dejar atrás, era quien le permitía abrir el campo al pretendido sociólogo. El establecimiento de ciertos vínculos y la concreción y desarrollo de entrevistas se generaba de modo más directo por la mención de mi oficio de herrero que por mi papel de investigador. En consecuencia, esto me posibilitó “forjar” los vínculos que con mis credenciales académicas no estaba logrando y, a su vez, interrogarme y reflexionar acerca de cómo opera en el imaginario de los actores la representación de alguien que pivota del mundo obrero al académico. Esto último se vio reflejado, además, en la relación que se estableció con algunos de los actores por medio de mi automóvil particular, un Citroën 3cv modelo 1985. En relación a ello, me interesa presentar dos fragmentos del diario de campo que narran cómo fueron estableciéndose esos primeros acercamientos, que posibilitaron un intercambio por medio de las entrevistas. El primero de ellos es el caso de Eduardo, a quien conocí en una de las observaciones al grupo de María mientras recuperaban materiales sobre el playón donde descargan los camiones:

En una de los recorridos observo una furgoneta Citroën en el playón de descarga y junto a ella un hombre seleccionado botellas de plástico. Me acerco y le pregunto cómo anda la citroneta. Sonríe y me dice que la pobre se aguanta todo, a pesar del castigo que recibe. Le digo que son autos fieles, le cuento que lo sé por experiencia, le señalo mi auto que está arriba del playón junto a los contenedores. “ahhh vos sos el que anda en el Citroën”, me responde. Enseguida comienza un intercambio sobre la mecánica de estos autos y las bondades de un auto simple pero que siempre arranca. Le comento qué es lo que estoy haciendo en el basural y me dice que hubo muchos los que han ido a hacer trabajos ahí y nada cambia. “No le importamos nadie”. Esa frase la repite varias veces. La charla fluye a pesar de notarse reticente en algunos momentos, por esas cosas que tiene la palabra, y volviendo sobre el Citroën me comenta que tiene que soldar algo, que se da maña con los hierros, que a veces hace changas de herrería como para hacer plata extra; yo le comento que trabajo como herrero hace 16 años, y que también soy estudiante de Sociología. Acá el presentarle mis credenciales obreras parece desmontar una barrera invisible que mediaba entre los dos. Mientras la charla siguió entre anécdotas de soldaduras hierros, trabajos y cosas para arreglarle al auto, logré obtener su número para concretar una entrevista. Acá mi identidad metalúrgica y mi auto viejo pudieron más que los libros. (Extracto diario de Campo, 24/01/2019).

La entrevista a Eduardo resultó ser la más extensa de toda la serie (alrededor de 2:23 hrs.), en la que narró su trayectoria de trabajos previos hasta que en el año 2002 llega a la quema junto con su hermano como recurso para poder alimentar a su familia. Fue sin dudas una de las entrevistas más ricas y complejas. Durante varios tramos me explica que a él no le gusta hablar con nadie porque está cansado de escuchar promesas, pero que sin embargo no sabe por qué accedió a darme la entrevista. “Si hubieras venido en un auto nuevo hubiera pensado que sos otro cajetilla más”, me dice mientras sonríe. El segundo ejemplo es el de Juan y Yesica, con los que luego de una serie de intentos fallidos para combinar días y horarios finalmente concretamos hacer una entrevista en su vivienda:

…cuando llego Juan me dice “pensé que ibas a caer en un auto nuevo”. A lo que Yesica agrega “yo tenía razón cuando doblaste le dije es ese, y él me dijo no qué va a venir en ese auto”. Enseguida la charla giró alrededor del Citroën, me contó que había tenido uno, y lo fácil que es para arreglarlo, que se le había quebrado el chasis al medio de cargarlo con cosas en el basural. Después de la entrevista nos quedamos charlando de que Juan también hace algunas changas de herrería además de mecánica, me mostró la careta de soldador que le regalaron, y me contó que alguna vez lo quisieron llevar a trabajar al puerto para soldar en los barcos. (Extracto diario de Campo 23/03/2019).

La descripción de ambos fragmentos permite analizar el modo en que estos actores imaginaron el rol que en un principio desempeñaba, y cómo ese orden de representaciones se fue modificando con el devenir de las interacciones. La idea de que podía aparecer en un auto nuevo da cuenta de que el ser universitario no se asociaba a un auto añoso, ni tampoco con alguien que trabajara en un oficio con el cual estuvieran familiarizados. Tanto el automóvil, como el ser herrero, intervienen y difuminan las fronteras de esos universos, ofician como pasaporte, permitiendo ingresar en el mundo de significados de quienes narran su propia experiencia de vida.

En línea con lo planteado por Auyero y Grimson (1997), resulta necesario analizar y comprender cuál es el sentido que nuestros interlocutores otorgan a nuestro rol y, por lo tanto, dilucidar la forma en que nos construyen. Esto implicó conocer el marco desde el cual inscriben sus discursos y sus prácticas, es decir, la reflexividad propia y especifica de ese mundo social (Guber, 2001); y, por ende, habilitó un ejercicio reflexivo sobre mi propio modo de mirarlos a ellos. Las relaciones que se establecen en el campo se inscriben en la lógica social de trasmisión y devolución con nuestros interlocutores, en el que podemos sentirnos en la obligación de devolver el “don” que nos han dado (Aliano et al., 2018); en tal sentido, brindar parte de mi historia permitió retribuir en algo lo que estos actores me estaban ofreciendo. Dicho proceso reflexivo impactó también en el modo de abordar los actos de entrevistas, no reduciéndolas a un simple suceso de interrogación, sino entendiéndolas como un proceso de transversalidad en la interacción entre quien pregunta y quien responde (aunque reconociendo, claro, las asimetrías entre quien es objeto de interrogaciones y quien realiza las preguntas).

4. Sobre lo difícil de la escritura

Conforme transcurría la escritura de la tesina, fui descubriendo que difícilmente se sale indemne de todo el proceso. Por un lado, porque el ejercicio de escritura puede devenir en un hecho tortuoso y arduo, y un texto puede convertirse en un banco de niebla en el que nos movemos a tientas, de a poco, en donde lo escrito no siempre nos devuelve una imagen coherente y consistente de nuestras ideas, sino que puede volverse un objeto incómodo y difícil de cohesionar, es nuestra lucha más directa, con el objeto de estudio, con nuestras ideas y con nosotros mismos. Se vuelve una producción cuasi artesanal, ensamblando palabra a palabra, cincelándola, escribiendo y reescribiendo, esmerilándola, tratando de decir algo distinto pero sin apartarnos demasiado del registro de las ciencias sociales, enviando capítulos para su corrección, esperando, maldiciendo las correcciones, mutilando un capítulo o un párrafo que parecía contener en sí todo lo que sociológicamente podría decirse pero que resulta impertinente y poco sustantivo, disolviendo frases con dejos de grandilocuencia pero vacías de sentido, buscando sinónimos para no ser repetitivo, escribiendo de noche, los fines de semana, mientras trabajaba en pequeños papeles, durante pocas horas, o en días interminables, leyendo como un modo de encontrar y rescatar esas palabras que perecen negársenos, incorporando la mayor cantidad de datos por temor a que nada quede fuera de registro, pensando que quien leerá el texto no sucumba por el tedio, quitando palabras o conectores en un intento de darle al texto su propio ritmo, que le permita llevar una cadencia sin que sofoque pero con vértigo, guardando compulsivamente el texto en varios lugares convertido en el objeto amoroso más odiado. El texto es en definitiva lo que queda, todo aquello que sobrevivió a ese proceso.

Por otro lado, tal como se mencionó anteriormente, en muchos casos la realidad experimentada por los sujetos de estudio no llega a ser dimensionada durante el diseño metodológico, ya que gran parte es construido teóricamente y que, al momento de abordarlo en el campo, puede tensionar nuestros presupuestos epistemológicos. Esto lleva a realizar reajustes permanentes al plan original, sin que por ello anule nuestro juicio científico ni decrete de por sí la pérdida de la razón científica, sino que ilustra una necesidad de cambio en la construcción del objeto de estudio. Los trabajos de diseños cualitativos, donde lo que se intenta es recuperar la voz de los propios actores, pueden ser pensados como una traducción entre mundos y horizontes de sentido que de otro modo serían difícil de comprender (Restrepo, 2018). En este sentido, y si se sigue a Callon (1995), traducir es expresar en el propio lenguaje lo que otros dicen y quieren, por qué actúan, cómo lo hacen, y cómo se asocian entre sí; es decir, significa actuar como portavoz. Sin embargo, dicha capacidad de expresar en el propio lenguaje todas las acciones que son propias al objeto de estudio mediadas por la interpretación del investigador, a riesgo de convertirse en un acto de ventriloquia, configuran un trabajo en el que, si bien prevalece la mirada externa de quien observa y analiza un fenómeno, esta es atravesada por una experiencia que, en primer lugar, se percibe en el plano sensorial, en donde las formas de registro están dadas por los sentidos (lo que vemos, lo que oímos) que nos permiten hacer un primer esbozo de aquello que se estudia, una especie de borrador sensorial. En segundo lugar, emerge el plano narrativo, que está expresado en los discursos de quien conforman ese espacio, y que no es otra cosa que la construcción social de aquello que investigamos por parte de esos sujetos. Esto nos obliga a una vigilancia epistemológica constante a fin de poder distinguir entre la opinión común y el discurso científico, una ruptura que según Bourdieu (2008) debería darse entre las opiniones construidas mediante juicios subjetivos que representan la ilusión del saber inmediato y la construcción del hecho científico, condición sobre la que debe constituirse toda sociología. En tercer lugar, interviene el proceso reflexivo que cada investigador realiza en cada etapa del desarrollo de la investigación, que no se agota con la escritura del texto, sino que este proceso de reflexión se da también, en la medida en que el texto circula y la investigación hace su recorrido por los diversos ámbitos, entre diversos actores.

5. Reflexiones finales

Durante todo el desarrollo del campo, los diálogos sobre trabajos de herrería o sobre la mecánica de mi auto iban mezclándose con los temas de interés para los objetivos de la tesina, en parte porque el rol que me conferían era el de entendido en el tema. En términos de hallazgos, eso que en un principio no tenía relación aparente con el tema de estudio permitió conocer, por un lado, cómo estos actores se mueven entre circuitos económicos diversificados; por otro, significó comprender cómo la noción de trabajo es resignificada como categoría social, un tanto diferente al modo en que yo la entendía desde mi trayectoria biográfica, anclada en una representación del trabajo fabril y formal regido por pautas regulatorias de días, horarios y beneficios. Como contracara, el basural emergía para los actores como su lugar de trabajo, adquiriendo un rol central para la reproducción de los mismos. Si bien la quema (utilizando una categoría nativa) es el lugar de donde obtienen la mayor parte de sus ingresos, y además de donde extraen gran parte de los alimentos que consumen, muchos de ellos realizan trabajos o changas que de algún modo les permiten complementar o alternar el trabajo en el basural que, según consta en sus relatos, es una labor que cansa y es perjudicial para su salud. La centralidad que adquiere el basural en términos de su reproducción está dada en que esta se erige como un punto fijo; es decir, que mientras el resto de las actividades fluctúan según los vaivenes de la economía, el basural siempre está ahí. Esto, a su vez, emerge como una contradicción latente: por un lado, se manifiesta una intencionalidad de abandonar el trabajo en el basural, y por otro la certeza de que, como narraba Eduardo, “acá está todo, ¿entendés?”. En esa línea pude advertir, además, que parte de las actividades complementarias guardan estrecha relación con el trabajo de recupero en el basural. Tanto en las labores de herrería, mecánica, como la cría de cerdos para la venta que emprenden estos actores, parte de los insumos obtenidos provienen del basural. Las verduras que sirven como alimento para los cerdos, los tornillos, discos de amoladora y demás elementos recuperados permiten bajar su estructura de costos, y maximizar su margen de ganancia; por lo tanto, el basural es parte importante dentro de sus esquemas de racionalidad económica aplicada a su actividad. Por otra parte, el trabajo de la tesina significó, además, un proceso reflexivo acerca de mis propios imaginarios sobre los actores a los que pretendía investigar. En diversas ocasiones, la construcción teórica del objeto presenta tensiones que el campo pone de manifiesto. A medida que avanzaba mi interacción con estos actores, fui dilucidando ciertos aspectos que tienden a quedar velados por algunos modos de concebir la realidad social desde fuera.

Las miradas de corte caritativas y asistencialistas, esgrimidas principalmente por el sector de la pastoral social y el grupo de agentes de desarrollo social de la provincia, son aquellas que ponen el acento en considerar a estos actores como individuos que deben ser “salvados” o asistidos de manera permanente. Esta visión en ocasiones contribuye a reproducir las condiciones de vulnerabilidad en la que estos actores se hallan, ya que de algún modo oblitera la posibilidad de comprender las capacidades de transformación sobre su propia realidad. En contraste, a medida que el trabajo de investigación avanzaba, este me proporcionó herramientas que facultan la comprensión de estos actores como un grupo heterogéneo, en el que cada cual tiene una trayectoria a considerar a pesar de los aspectos en común. Al respecto, una de las cuestiones a tener en cuenta es que, más allá de la situación de precariedad y postergación social y económica que atraviesan, el trabajo en el basural se configura como una elección dentro de un estrecho margen de alternativas posibles, y no necesariamente representa el último recurso disponible en la lucha por mantener su lugar en el espacio social (Gorban, 2014). En muchos casos, estos actores combinan, como hemos visto, actividades laborales anexas o alternativas al basural. Contemplar sus estrategias de reproducción lleva implícito considerar el modo en que dialogan las condiciones objetivas de existencia, las decisiones familiares y de cada individuo, y las condiciones imperantes para la reproducción social general (Vio, 2018). De esta manera, los sujetos trazan las estrategias que le permiten insertarse en el mercado de materiales recuperables, incluso cuando el universo de elementos a recuperar se acota a un número reducido; entra en juego así un sentido práctico que define estrategias particulares y las opciones posibles en la vida de los sujetos, y que no adopta el mismo carácter ni disposición entre unos y otros.

Hasta aquí, he tratado de reconstruir los avatares del proceso de trabajo que permitió producir mi tesis de grado, un camino más o menos sinuoso, más o menos complejo y errático, haciendo uso de las herramientas metodológicas aprehendidas en el transcurso de la carrera. Leer las experiencias ajenas puede ser edificante, pero de ninguna manera nos exime de cometer errores, sobre todo porque toda investigación parte de un camino distinto a las demás, y es un trabajo que se construye de manera artesanal. Me resulta necesario plantear algunos interrogantes acerca de cómo mi propia biografía condicionó o arbitró en el proceso de investigación y escritura, sobre todo porque condujo a un trabajo introspectivo personal. En efecto, mi condición de trabajador metalúrgico permitió establecer puentes, a la vez que se iba resignificando esa identidad obrera. La culminación de la carrera universitaria implicaría un boleto de salida de ese mundo obrero, entendiendo la tesis como un rito de pasaje, cuyo punto de equilibrio puede establecerse entre un proceso que culmina y uno que nace, que supondría un estado de metamorfosis entre el mundo obrero y el académico. Curiosamente esa condición, cuya sustantividad alteraría la tesis, permitió el acceso generado en la interacción entre el herrero y los recuperadores. Durante todo el trayecto en la universidad primó una sensación y una convicción de que finalizar la carrera sería abandonar aquel mundo del cual quería desvincularme, al cual no podía ofrecerle más y no podía ofrecerme más tampoco: era una ruptura acordada. Quizá, el conocer que lentamente abandonaba ese universo me permitió instancias de reflexión acerca de la condición que pretendía cambiar que llevan a interrogarme:¿me fui convirtiendo en sociólogo a medida que hacía de herrero? ¿Podría decirse que es una identidad impostada sobre la otra o forman parte del mismo proceso y la misma trayectoria y no es posible escindir una de otra? Sin ánimo de responder a esos interrogantes, considero que el hecho valioso que permitió el vínculo en el campo fue que el mundo obrero y fabril del cual provengo imprimió otra mirada sobre la realidad social que antecede a la mirada que da el mundo académico. Este último, sin dudas, habilita una serie de herramientas que facultan el análisis y el ordenamiento de ese mundo social que se observa, permitiendo establecer estructuras de sentido a fin de poder hacer discernible la realidad de lo que se pretende estudiar; sin embargo, no se puede negar que las trayectorias biográficas brindan una experiencia de modos de ser y habitar el mundo, más o menos enriquecedores, pero imposible de ser transmitidas y aprehendidas en los manuales de metodología.

Agradecimientos

Quisiera brindarles especial agradecimiento a los evaluadores de este texto, ya que sus aportes resultaron de mucha utilidad y permitieron mejorar enormemente el escrito.

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Notas

1 Universidad Nacional de Mar del Plata.
2 Si bien no hay datos oficiales acerca de la cantidad de personas que realizan tareas de recupero en el basural tomamos como referencia los datos brindados por la ONG La Alameda, según sus registros en el año 2014 alrededor de 410 personas desarrollaban esta actividad (La Alameda, 2014; citado en Gonzales Insua y Ferraro, 2015, p. 78). Por otro lado, existe una dificultad para medir estos actores, ya que la cantidad de personas varía según los vaivenes de la economía por lo que su número fluctúa según el contexto.

Recepción: 20 Julio 2021

Aprobación: 04 Mayo 2022

Publicación: 01 Junio 2022

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