RELMECS, diciembre 2022 - mayo 2023, vol. 12, nº2, e113. ISSN 1853-7863
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Centro Interdisciplinario de Metodología de las Ciencias Sociales
Red Latinoamericana de Metodología de las Ciencias Sociales

Artículos

Los puntos de partida epistemológicos y operativos en la observación de campo

Gonzalo Seid

Universidad de Buenos Aires, Argentina
Ramiro N. Pérez Ripossio

Universidad de Buenos Aires, Argentina
Cita sugerida: Seid, G. y Pérez Ripossio, R. N. (2022). Los puntos de partida epistemológicos y operativos en la observación de campo. Revista Latinoamericana de Metodología de las Ciencias Sociales, 12(2), e113. https://doi.org/10.24215/18537863e113

Resumen: En este artículo reflexionamos respecto de la técnica de observación en la metodología de las ciencias sociales. Nos proponemos construir una mirada amplia sobre la técnica de observación, que articule aspectos técnicos/operativos con reflexiones epistemológicas. Con este fin, discurrimos acerca de las cuestiones epistemológicas más relevantes a tomar en consideración, proponemos una clasificación de tipos de observación que sintetiza algunas de las definiciones existentes, y recuperamos algunos aprendizajes respecto del uso de la técnica en una experiencia de investigación empírica sobre travestis/transmigrantes. Proponemos que la observación de campo comprende un conjunto de variantes que tienen en común la orientación teórica, la planificación flexible y la sistematización de registros, así como el hecho de diferenciarse tanto de la observación experimental como de la observación cotidiana. A su vez, postulamos cuatro ejes para ordenar las variantes de la observación de campo: participante-no participante, revelación-ocultamiento de la identidad del observador, estructurada-no estructurada, mediada tecnológicamente-no mediada tecnológicamente. En el plano operativo, destacamos la entrada a campo, la atribución de identidades y la negociación de roles como aspectos decisivos.

Palabras clave: Observación de campo, Observación participante, Metodología, Técnicas de Investigación, Producción de datos.

Epistemological and operational starting points in field observation

Abstract: In this article we reflect on the technique of observation in the methodology of the social sciences. We propose to construct a broad view on the observation technique, which articulates technical/operational aspects with epistemological reflections. To this end, we discuss the most relevant epistemological issues to be taken into consideration, we propose a classification of types of observation that synthesizes some of the existing definitions, and we recover some lessons learned regarding the use of the technique in an empirical research experience with transvestite/transgender migrants. We argue that field observation comprises a set of variants that share theoretical orientation, flexible planning, and systematization of records, as well as the fact that they differ from both experimental observation and everyday observation. In turn, we propose four axes to order the variants of field observation: participant–non-participant, revelation–concealment of the observer's identity, structured–unstructured, technologically mediated–not technologically mediated. At the operational level, we highlight the entry into the field, the attribution of identities and the negotiation of roles as decisive aspects.

Keywords: Field Observation, Participant Observation, Methodology, Research Techniques, Data Production.

Pontos de partida epistemológicos e operativos na observação de campo

Resumo: Neste artigo, refletimos sobre a técnica de observação na metodologia das ciências sociais. Propomos construir uma visão ampla sobre a técnica de observação, que articula aspectos técnicos/operacionais com reflexões epistemológicas. Para isso, discutimos as questões epistemológicas mais relevantes a ter em consideração, propomos uma classificação de tipos de observação que sintetiza algumas das definições existentes e recuperamos algumas lições relativas ao uso da técnica numa experiência empírica de investigação sobre travestis/trans migrantes. Propomos que a observação de campo compreende um conjunto de variantes que têm em comum uma orientação teórica, um planeamento flexível e a sistematização dos registos, assim como o fato de se diferenciar tanto da observação experimental como da observação quotidiana. Por sua vez, postulamos quatro eixos para organizar as variantes da observação de campo: participante ou não participante, identidade do observador revelada ou oculta, estruturada ou não estruturada, mediada ou não mediada tecnologicamente. A nível operacional, destacamos a entrada no campo, a atribuição de identidades e a negociação de papéis como aspectos decisivos.

Palavras-chave: Observação de Campo, Observação Participante, Metodologia, Técnicas de Investigação, Produção de Dados.

Introducción

En este artículo reflexionamos en torno a la técnica de observación en la metodología de las ciencias sociales, procurando identificar cuestiones epistemológicas y operativas clave en el uso de la técnica. Consideramos que, si bien estos asuntos están presentes en la bibliografía metodológica, reunirlos e integrarlos contribuye a comprender los puntos de partida de la observación de campo. No pretendemos hacer una revisión de las distintas formas de entender la observación ni de las tipologías ofrecidas en la bibliografía metodológica, sino destacar cuestiones clave e integrarlas en una propuesta propia.

En primer lugar, describimos algunas características generales de la observación de campo y abordamos lo que denominamos los puntos de partida epistemológicos de la técnica: las especificidades de la observación científica en contraste con la observación cotidiana, las concepciones sobre lo real objeto de observación y las elaboraciones de lo real-percibido en registros susceptibles de convertirse en datos científicos.

Luego, proponemos una clasificación de las variantes de la observación de campo en cuatro ejes: participante/no participante, revelación/ocultamiento de la identidad del observador, estructurada/no estructurada, mediada tecnológicamente/no mediada tecnológicamente. Sostenemos que la mayoría de las investigaciones se sitúan en posiciones intermedias respecto de estos ejes y que las variantes asumen características particulares según las combinaciones.

Por último, con el fin de exponer algunas decisiones operativas que implica la técnica, especialmente en las etapas iniciales, incluimos ejemplos tomados de una investigación acerca de proyectos migratorios de migrantes trans/travestis en el Área Metropolitana de Buenos Aires, Argentina, en la cual se hizo uso de la observación participante para complementar la información producida mediante entrevistas.

Puntos de partida epistemológicos en la técnica de observación

La observación es un aspecto fundamental de la investigación en cualquier ciencia fáctica. Reflexionar sobre el acto de observar conduce a problemas epistemológicos sobre la percepción y el lenguaje. Aun desde las posiciones empiristas y positivistas, que prevalecían en la filosofía de la ciencia hasta principios del siglo XX, se reconocía la falibilidad de los enunciados observacionales. Los enunciados observacionales son falibles por distintas razones: no solo por las limitaciones técnicas de los instrumentos disponibles para observar, sino también por las expectativas del observador y los supuestos que sirven de base a los enunciados (Chalmers, 1987).

En el transcurso del siglo XX, los debates epistemológicos fueron más allá de la cuestión de la falibilidad y de los sesgos del observador. Se planteó la imposibilidad de aprehender datos “puros” y verdaderos con independencia del observador. Las creencias previas y –para el caso de la ciencia– las construcciones teóricas están presentes en la observación y la permean, de manera que no hay datos observacionales sin interpretación. Estas consideraciones sobre cómo el lenguaje y la formación científica contextualizan y estructuran la experiencia visual pueden resumirse bajo el rótulo de carga teórica de la observación (Hanson, 1977).

Además de las condiciones de posibilidad de la observación, se problematizaron sus implicancias. Aun cuando no existan controversias respecto de un conjunto de datos observacionales, la evidencia observable permite, en el mejor de los casos, descartar algunas teorías incompatibles con la evidencia disponible. Pero la evidencia puede no ser suficiente para determinar una teoría “verdadera” entre varias teorías posibles. Así, la tesis de la subderminación de las teorías por la evidencia empírica (Quine, 1990) afirma que las mismas observaciones pueden ser compatibles con teorías contradictorias.

En las ciencias sociales, las reflexiones epistemológicas sobre la observación derivaron en el reconocimiento de la necesidad de autobservación del observador. La idea de que toda observación se hace desde un punto de vista implica, en el plano sociológico, que la observación es relativa a la posición social del observador. La posición en el espacio social (la clase social, la nacionalidad, la etnia, el género, la edad, etc.), y la posición en el campo científico (el lugar que alguien ocupa en las instituciones, el momento de su trayectoria académica en que se encuentra, etc.), condicionan las tomas de posición (los intereses derivados directa o indirectamente de las posiciones, las orientaciones políticas y de valores). A su vez, la posición contextual del observador en el escenario de observación depende de las múltiples dimensiones de su posición social y de las relaciones microsociales de poder en el ámbito de interacción. La necesidad de analizar este conjunto de condicionantes para efectuar observaciones menos ingenuas ha sido conceptualizada por Bourdieu (2003) como reflexividad.

A continuación, nos enfocaremos ya no en la observación como actividad general en la ciencia, sino específicamente en la observación como técnica de investigación social cualitativa. La observación como técnica de investigación social implica un conjunto de procedimientos mediante los cuales el investigador:

observa gestos, escudriña entornos, ve actividades y movimientos de personas. Por eso su registro contiene, en todo momento, datos acústicos y observacionales. Es útil, aquí, diferenciar entre los datos observacionales (no mediatizados por el informante, sino obtenidos directamente por el investigador) y los verbalizados (que pueden consistir en referencias de los informantes sobre alguna actividad o suceso no atestiguado por el investigador) (Guber, 2004, p. 177).

Podría añadirse que la observación como técnica implica registrar lo percibido, no solo a través del sentido de la vista y del oído, sino también del tacto, del olfato y, eventualmente, del gusto. Si bien consideramos más fiable y preciso lo que vemos y oímos que lo percibido a través de los otros sentidos, no deben desestimarse los registros táctiles, olfativos y gustativos cuando se emplea la técnica de observación para la investigación social. La capacidad de expresar lo percibido a través de los distintos sentidos mediante el lenguaje puede entrenarse y afinarse.

Las percepciones olfativas, por ejemplo, pueden ser útiles para conocer aspectos que los sujetos de estudio no muestran abiertamente, a modo de huellas de escenas inaccesibles para el investigador. Los olores y fragancias a menudo tienen significados culturales definidos, pero no siempre conscientes. Así, aunque el investigador carezca de las habilidades del perfumista o del sommelier, podría enriquecer su observación incorporando algunos descriptores olfativos básicos. Aquellos olores agradables para algunos y repugnantes para otros pueden resultar de particular interés para la investigación social. Algo similar ocurre con los registros táctiles: las manos ásperas o suaves, por ejemplo, son indicios de modos de vida.

La técnica de observación en la investigación científica consiste en la percepción y el registro de lo real por parte de quien investiga. Esta definición preliminar, como cualquier otra que se ensaye, trae inevitablemente varios problemas. ¿Qué diferencia a la observación científica de la observación cotidiana? ¿En qué sentido se entiende “lo real” objeto de observación y cómo se elabora lo percibido para que devenga en “datos” científicos? Las respuestas a estos interrogantes dependen de posiciones filosóficas y epistemológicas que no podrán saldarse aquí, pero existen respuestas provisorias en las referencias teóricas, en algunas ocasiones específicamente sobre la observación y en otras a propósito de otras técnicas (Gómez Rojas y De Sena, 2012; Cohen y Gómez Rojas, 2019; entre otros).

Respecto a la primera pregunta, puede afirmarse que no siempre existe solución de continuidad entre la observación cotidiana y la observación científica. En la investigación experimental, como la que se lleva a cabo en ciencias naturales, la observación no es una técnica más, sino el medio que pone en relación al investigador con el objeto de estudio. Se trata de observaciones “controladas” en el marco de un diseño experimental y a través de distintos instrumentos de medición. En las ciencias sociales habitualmente se llevan a cabo observaciones de otro tipo, observaciones de campo (Gold, 1957) –por oposición a la observación “de laboratorio”–, más próximas a la observación cotidiana, con menor precisión respecto de lo que se pretende observar, y, por lo general, sin instrumentos de medición cuantitativos. Con base en las definiciones de varios autores (Ruiz Olabuénaga, 2007; Scribano; 2008; entre otros) proponemos tres rasgos que distinguen a la observación en ciencias sociales de la observación cotidiana:

  1. – La orientación teórica

  2. – La planificación flexible

  3. – La sistematización de registros

La orientación teórica de una observación implica que, a diferencia de la observación espontánea, la observación como técnica científica supone la conciencia de la carga teórica de observación y se basa en una o varias teorías para la selección explícita de dimensiones a observar. En definitiva, la observación se encuentra guiada por el marco teórico del investigador o, al menos, por un contexto conceptual que permite identificar los aspectos de mayor relevancia.

La planificación implica que la actividad de observar está regulada y depende del objetivo de la observación, del tipo de observación y de las principales dimensiones a observar. En otras palabras, la observación científica requiere ser planificada para adecuarla a las características específicas del objeto a observar y a las necesidades de la investigación. La observación en sus diferentes modalidades contempla alguna pauta respecto de cómo proceder en el campo.

La planificación ha de ser flexible, puesto que –a diferencia de la observación experimental– se trata de registrar la vida social en escenarios “naturales” (Martínez y Belvedere, 2012), no manipulados por el observador. Una planificación rígida atentaría contra la necesaria apertura respecto de lo que ocurre en el escenario de observación. Además, una planificación total tampoco es posible, ya que lo “registrable” depende de innumerables circunstancias concretas cambiantes y de las disposiciones subjetivas del observador. Esta multiplicidad de posibilidades que ofrece la técnica puede favorecer la serendipia en la investigación, es decir, los hallazgos inesperados.

Por último, la sistematización de registros implica que las notas o grabaciones de campo han de reordenarse según uno o varios criterios con el fin de garantizar que se hayan cubierto los distintos aspectos que se planeó observar, así como para clarificar los vínculos entre los elementos observados. Sistematizar involucra también reducir y ordenar el material de manera tal que pueda abordarse mediante procedimientos analíticos.

Estos tres aspectos –la orientación teórica, la planificación flexible y la sistematización de registros– están vinculados: la guía de pautas de observación puede considerarse el instrumento tangible los vincula. La guía o guion de observación se elabora a partir del conocimiento previo del tema y de las dimensiones que se consideran teóricamente relevantes para los objetivos de la investigación. A su vez, la guía de pautas es también un plan flexible de observación y contiene los “parámetros” para orientar la tarea de sistematización de los registros.

Ahora bien, ¿en qué sentido se entiende “lo real” objeto de observación?, ¿cómo se traduce lo percibido en registros susceptibles de convertirse en “datos” científicos? Estas preguntas estrechamente vinculadas podrían ser respondidas desde distintos posicionamientos epistemológicos y metodológicos. A continuación, argumentamos nuestro posicionamiento a partir de tres citas textuales dispares, pero que contribuyen con su fuerza expresiva a identificar cuestiones clave.

Especialmente en la tradición etnográfica se sostenía que el observador debe procurar la descripción objetiva, y, para ello, las teorías previas eran consideradas más bien un obstáculo, como se desprende del siguiente extracto de Marcel Mauss:

Se buscará la objetividad tanto en la exposición como en la observación. Decir lo que se sabe, todo lo que se sabe, nada de lo que no se sabe. Evitar las hipótesis, históricas o de las otras, que son inútiles y suelen ser peligrosas.

(…) Exhaustividad. No olvidar ningún detalle (ejemplo: en el estudio de la preparación de un filtro, anotar las instrucciones de recolección de cada hierba mágica). No sólo hay que describirlo todo, sino también proceder a un análisis en profundidad, donde se marcará el valor del observador, su genio sociológico. (1967, pp. 6-7)

Concordamos con el autor en que es necesaria una actitud abierta para evitar interpretaciones inadecuadas producto de haber abordado lo real desde categorías preconcebidas. Pero también es cierto que es imposible observar todo lo que ocurre, aun en un escenario de observación bien delimitado. La infinitud de lo real obliga a seleccionar planos de análisis y dimensiones a observar. Para que esta selección no sea realizada desde el puro sentido común, se requiere la explicitación de la problemática teórica y de los supuestos del observador.

La exhaustividad puede ser un horizonte, pero no es alcanzable completamente, y posiblemente, tampoco deseable. El cuento Funes, el memorioso, de Jorge Luis Borges nos permite imaginar cómo sería un observador exhaustivo hasta el absurdo:

Nosotros, de un vistazo, percibimos tres copas en una mesa; Funes, todos los vástagos y racimos y frutos que comprende una parra. Sabía las formas de las nubes australes del amanecer del 30 de abril de 1882 y podía compararlas en el recuerdo con las vetas de un libro en pasta española que sólo había mirado una vez (…). Esos recuerdos no eran simples; cada imagen visual estaba ligada a sensaciones musculares, térmicas, etcétera. Podía reconstruir todos los sueños, todos los entresueños. Dos o tres veces había reconstruido un día entero; no había dudado nunca, pero cada reconstrucción había requerido un día entero.

(…) era casi incapaz de ideas generales, platónicas. No sólo le costaba comprender que el símbolo genérico “perro” abarcara tantos individuos dispares de diversos tamaños y diversa forma; le molestaba que el perro de las tres y catorce (visto de perfil) tuviera el mismo nombre que el perro de las tres y cuarto (visto de frente). Su propia cara en el espejo, sus propias manos, lo sorprendían cada vez. (Borges, 2002, p. 118)

La extraña capacidad de Funes nos revela por contraste las características de nuestras propias facultades normales de percepción. No es posible percibir, recordar ni registrar todo. Percibimos lo real a partir de estructuras previas que organizan los elementos para formar un todo. Si fuéramos como Funes, la acumulación de información captada por los sentidos no sería útil para producir conocimiento, porque permanecería inconexa. La capacidad de percibir y al mismo tiempo conceptualizar permite la selección y la jerarquización según las relevancias de los distintos aspectos observados.

En las observaciones del mundo social, además, el todo en el cual se inserta cada observación particular no es simplemente un concepto –como el concepto de perro, que sintetizaría los perros concretos observados por Funes en cada instante–, sino una trama de significados culturales. Esta característica de las observaciones del mundo social es conocida a partir de un ejemplo que Clifford Geertz (1989) tomó de Gilbert Ryle para explicar en qué consiste la “descripción densa” etnográfica:

Consideremos, dice el autor, el caso de dos muchachos que contraen rápidamente el párpado del ojo derecho. En uno de ellos el movimiento es un tic involuntario; en el otro, una guiñada de conspiración dirigida a un amigo. Los dos movimientos, como movimientos, son idénticos; vistos desde una cámara fotográfica, observados "fenoménicamente" no se podría decir cuál es el tic y cuál es la señal ni si ambos son una cosa o la otra. Sin embargo, a pesar de que la diferencia no puede ser fotografiada, la diferencia entre un tic y un guiño es enorme, como sabe quien haya tenido la desgracia de haber tomado el primero por el segundo. El que guiña el ojo está comunicando algo y comunicándolo de una manera bien precisa y especial: 1) deliberadamente, 2) a alguien en particular, 3) para transmitir un mensaje particular, 4) de conformidad con un código socialmente establecido y 5) sin conocimiento del resto de los circunstantes. Como lo hace notar Ryle, el guiñador hizo dos cosas (contraer su ojo y hacer una señal) mientras que el que exhibió el tic hizo sólo una, contrajo el párpado. (Geertz, 1989).

Geertz agrega que puede haber guiños con otras intenciones, como parodiar un guiño o ensayar la parodia de un guiño. En cualquier caso, el movimiento físico es el mismo, pero el significado distinto. En toda observación de situaciones sociales –incluso más allá del método etnográfico del que habla Geertz–, la interpretación del sentido de las conductas es consustancial con la observación.

En definitiva, lo real objeto de observación en la investigación social no es solo realidad física, sino también realidad social. Como la realidad física y social está siempre ya cargada de significados culturales, no es posible observar ni registrar sin interpretar. Este aspecto entra en tensión con la necesidad de que el investigador distinga lo observado de sus interpretaciones, para evitar explicaciones apresuradas o erróneas de los fenómenos. La superación práctica de esta tensión implica la reflexividad del investigador, entendida como la capacidad de interrogarse por su propia mirada.

Tipos de observación

La observación en la metodología de la investigación social remite a procederes muy distintos según las historias de las disciplinas. Por ejemplo, mientras que en Psicología la observación suele asociarse con experimentos conductistas –como los de Pávlov, Watson o Thorndike–, en Antropología la observación se identifica con la apertura etnográfica –inaugurada por autores como Mead, Malinowsky o Mauss–. Más cerca de esta última concepción, en la bibliografía de metodología de la investigación social suele hablarse de observación u observación participante para aludir a una técnica cualitativa que pretende registrar lo que ocurre en escenarios “naturales” –en el sentido de que no son artificialmente creados por el investigador, como en la situación experimental, pero también en la situación de entrevista–. Se trata de observar las interacciones sociales en los mismos espacios y en similares momentos en que se desarrollan cuando no están presentes los investigadores.

La observación participante, en las ciencias sociales, tuvo sus hitos fundacionales en la tradición etnográfica en Antropología y en la Escuela de Chicago en Sociología. En el primer caso, la observación se convirtió en la técnica básica de la antropología profesional, emblemática de una manera de hacer investigación empírica que surgió como reacción a la investigación circunscripta al archivo o la biblioteca. En el caso de la Escuela de Chicago la técnica de observación constituyó una opción por la investigación empírica y cualitativa en Sociología, frente al predominio de la teoría abstracta y de la mera descripción estadística. Desde principios del siglo XX, los manuales de metodología sociológica fueron incorporando progresivamente la observación participante, en general desde puntos de vista epistemológicos positivistas (Piovani, Santos y Rausky, 2008).

En Sociología, el periodo que comienza luego de la Segunda Guerra Mundial se caracterizó por la hegemonía del estructural-funcionalismo parsoniano en la teoría, y por el abordaje cuantitativo mediante encuestas en la metodología. A partir de finales de la década de 1960 resurge el interés por los métodos cualitativos y reverdece el pluralismo teórico, epistemológico y metodológico. Con la progresiva institucionalización de la metodología de la investigación social y de la idea de que el proceso de investigación involucra una serie de momentos y decisiones, la observación dejó de ser identificada con la totalidad del proceso de investigación o bien con un recurso meramente exploratorio previo a una encuesta. Ni autosuficiente ni secundaria, la observación deviene en una técnica con el mismo estatuto que las entrevistas y la documentación en la investigación sociológica.

Desde fines del siglo XX, las nuevas tecnologías para el registro de información introdujeron variaciones en la observación como técnica. No solo las posibilidades de grabar imágenes y sonidos se multiplicaron y cualquier investigador cuenta con aplicaciones para tal fin en su teléfono móvil, sino que la disponibilidad de registros escritos y audiovisuales en el ciberespacio permite acceder a una cantidad sin precedentes de materiales producidos por otros y abrió la alternativa de la etnografía virtual. Como afirma Angrosino (2012, p. 124), “el cambio tecnológico nunca es meramente aditivo, es decir, nunca es solo una ayuda para hacer lo que siempre se ha hecho”. Por ejemplo, capturar imágenes mediante un teléfono móvil fija lo observado de una manera determinada, privilegiando ciertos aspectos en detrimento de otros. Analizar interacciones en comunidades virtuales resignifica la etnografía hasta el punto de asemejarla al análisis tradicional de documentos contra el cual la etnografía clásica había venido a rebelarse. La incorporación de mediaciones tecnológicas que disuelve la frontera online/offline en la vida cotidiana hace lo propio con los registros en la técnica de observación.

En la bibliografía de metodología de la investigación social existen múltiples clasificaciones de variantes en la técnica de observación (puede verse un racconto de tipologías en Valles, 2000). A continuación, presentamos una propuesta de clasificación propia que sintetiza los ejes más recurrentes en la bibliografía metodológica. Para ello, nos basamos en textos clásicos (Gold, 1957; Selltiz et al., 1965; Mayntz, Holm y Hübner, 1975; Schwartz y Jacobs, 1984; Taylor y Bogdan, 1987; Adler & Adler, 1994; Guasch, 1997; Velasco y Díaz de Rada, 1997; Atkinson & Hammersley, 1998;) y en otros más recientes (Ruiz Olabuénaga, 2007; Scribano, 2008; Martín, 2009; Musante & DeWalt, 2010; Marradi, Archenti y Piovani, 2010; Angrosino, 2012; Jerolmack & Khan, 2018).

Es probable que la principal y más recurrente distinción sea entre observación participante y observación sin participación del observador. En realidad, puede resultar más adecuado hablar de distintos grados y modalidades de participación del observador. Una observación sin participación sería un caso extremo, ya que casi toda observación implica alguna participación, aunque se trate de una presencia que no altere lo que ocurre en determinado escenario. En el otro extremo, una participación total sería la situación en la que el investigador devino miembro del grupo que estudiaba y se tornó incapaz de distanciarse para adoptar el rol de observador. La mayoría de las veces, las observaciones en investigaciones cualitativas se encuentran en algún punto intermedio del continuum entre la pura observación y la pura participación.

Un segundo eje para clasificar tipos de observaciones es el grado de revelación de la identidad del observador. En un extremo, el observador puede presentarse como tal ante los sujetos que forman parte de la situación a observar. En el otro, puede ocultar que está observando, o bien, en el caso de espacios anónimos, como algunos espacios públicos, puede ser prácticamente imposible presentarse ante todos los sujetos que forman parte de la situación. Excepto en circunstancias muy específicas, presentarse como observador y obtener el consentimiento informado es una obligación ética y legal del investigador. Sin embargo, existen numerosas experiencias de investigación social, como la de Erving Goffman (2001) sobre instituciones totales, en las cuales se recurrió a ciertos artilugios, como adoptar roles distintos del de investigador, pero que permitieran observar, con el fin de evitar que la presencia del observador altere los comportamientos y dinámicas habituales. En este sentido, la revelación de la identidad del observador puede ser parcial, y, al igual que la participación, puede considerarse que varía en grados y en modalidades.

Como tercer eje para distinguir tipos de observaciones, puede señalarse el grado de estructuración previa. En un extremo, las observaciones sin pautas previas, abiertas a lo que ofrece a los sentidos el escenario de observación. En la tradición etnográfica, como evidencia el extracto de Mauss citado más arriba, se ha considerado que este era el ideal de observación, ya que se pretendía evitar el etnocentrismo del observador. Actualmente, se reconoce que es imposible observar totalmente desprovistos de teoría. Si se pretende hacerlo, lo que ocurre es que el sentido común ocupa el lugar que debería tener la teoría en la orientación de la observación y la interpretación (Bourdieu, Passeron y Chamboredon, 2008). En el extremo opuesto, podrían pensarse observaciones totalmente estructuradas, a modo de formularios estandarizados en los que deben seleccionarse opciones. Excepto para algunos relevamientos técnicos específicos –por ejemplo, respecto de seguridad e higiene en establecimientos laborales–, la observación estandarizada no es la variante de la técnica más adecuada para la clase de objetivos habituales en la investigación social. La mayoría de las investigaciones requieren una observación semiestructurada, orientada por la teoría previa, pero que no deje de ser flexible para captar lo que emerge en el trabajo de campo.

A estos ejes tradicionales podría añadirse el relativo al grado y modalidad de las mediaciones tecnológicas incorporadas en la actividad de observación. A este respecto, una situación extrema sería la observación en entornos físicos sin dispositivos tecnológicos. En determinados espacios, tomar imágenes, grabar conversaciones, o incluso mostrarse escribiendo notas puede no estar permitido o bien puede condicionar las acciones, por lo cual la observación más apropiada será sin ninguna mediación tecnológica para el registro. En el extremo opuesto, la observación en entornos virtuales ya no solamente recurre a las mediaciones tecnológicas como apoyo para registrar información, sino que estas son el escenario de la observación.

Cada investigación social en la que se recurre a la técnica de observación requiere una combinación singular entre el grado y el tipo de participación, el grado y la forma de revelación de la identidad del observador, el grado y tipo de estructuración, y el grado y el rol de las mediaciones tecnológicas. Así, los tipos de observaciones pueden ser pensados como un espectro de variantes de una misma técnica. Definir dónde se posicionará una observación concreta en el espectro de variantes constituye un punto de partida metodológico al emprender una investigación.

Puntos de partida operativos a partir de una experiencia de investigación

Con el fin de reflexionar sobre los puntos de partida operativos en la observación participante, recurriremos a ejemplos extraídos de una investigación sobre migrantes mujeres trans y travestis residentes en Buenos Aires. A continuación, relatamos sucintamente en qué consistió esta investigación.

La migración de las travestis/trans sudamericanas se produce como consecuencia de las hostilidades que experimentan en sus entornos y ante la imposibilidad de expresar socialmente sus identidades de género. Vivir en el Área Metropolitana de Buenos Aires, en un marco legislativo que ha avanzado en el reconocimiento de los derechos de las personas trans (Ley de Identidad de Género N. 26743, año 2012), les permite transitar sus biografías con otras posibilidades. Las migrantes logran acceder a derechos, gozar de mayores libertades e incrementar los recursos económicos. Sin embargo, la adaptación en la sociedad receptora no se encuentra exenta de dificultades, discriminaciones y violencias, que pueden derivar en la búsqueda de nuevos destinos, por lo general europeos.

En esta investigación se detectó un sesgo de deseabilidad social (D’Ancona, 2009) en los discursos producidos por las migrantes en entrevistas en profundidad. Muchas entrevistadas tendían a diferenciarse de sus pares afirmando que ellas eran la excepción a la regla y que no habían atravesado situaciones de hostilidad. Estos discursos limitaban la información sobre la discriminación y la violencia que habían experimentado a lo largo de sus trayectorias. En consecuencia, fue necesario emplear otra técnica que permitiera obtener información respecto de las categorías de análisis planeadas, y, al mismo tiempo, sortear los sesgos y rispideces propias de la situación de entrevista.

La observación participante fue aplicada en diferentes reuniones y talleres dictados por organizaciones políticas vinculadas con activismo feminista y transfeminista. Además, se realizó en el contexto de la sociabilidad nocturna en discotecas y bares gayfriendly a los que asisten las migrantes con fin de constituir lazos de diversa índole. Por último, se realizaron observaciones en el barrio de Constitución de la ciudad de Buenos Aires, donde algunas migrantes travestis/trans sudamericanas ejercen la prostitución. Los diferentes procedimientos fueron desarrollados entre los años 2017 y 2019.

Las dimensiones a observar fueron:

  • En los espacios de sociabilidad nocturna: la distribución de las personas en el espacio, las dinámicas grupales y la presentación corporal para identificar desigualdades de las migrantes con respecto a las nativas.

  • En los talleres dictados por las organizaciones políticas: aspectos vinculados con las condiciones de las sociedades de origen, las características de las cadenas migratorias y las situaciones de violencia y discriminación que se producen en la sociedad receptora.

  • En el escenario de la prostitución callejera: la distribución espacial, las interacciones con los clientes y las fuerzas de seguridad.

En términos de la clasificación que propusimos en el apartado anterior, la observación que se realizó fue participante sin devenir miembro, semiestructurada, con revelación de identidad del observador y con escasas mediaciones tecnológicas.

Del problema de investigación a la guía de pautas

La guía de pautas, como instrumento que condensa la pregunta-problema, la orientación teórica y la planificación flexible, es un punto de partida operativo para el trabajo de campo. En la investigación sobre los proyectos migratorios de las travestis/trans sudamericanas que tomamos como ejemplo, hubo que rediseñar la guía de pautas en diversas oportunidades para adaptarla a las particularidades de los tres escenarios en los que se realizó trabajo de campo.

En el contexto de la sociabilidad nocturna, la guía remitió a algunas categorías de análisis que se vincularon con las diferentes discriminaciones que experimentan las migrantes una vez que han consolidado sus biografías. De esta manera, la observación apuntaba a entender la manera en que la distribución espacial se relacionaba con criterios étnicos nacionales. Pudo registrarse que las travestis/trans migrantes se reunían en grupos segregados, y alejadas de las nativas. En las organizaciones políticas, la observación tuvo como finalidad registrar discursos vinculados con el proceso migratorio y mirar de cerca interacciones grupales en las que las migrantes narraban aspectos de la consolidación de sus biografías en el Área Metropolitana de Buenos Aires. En el barrio de Constitución, en cambio, la observación se focalizó en comprender las dinámicas vinculadas con el mercado sexual, las interacciones con los potenciales clientes y las disputas espaciales entre las migrantes. Además, se intentó generar diferentes conversaciones informales con la intención de reconstruir las diferentes fases del proceso migratorio. Este recurso metodológico provocó intercambios distendidos, que favorecieron la comunicación y el relevamiento de la información.

La observación participante resultó fructífera para cumplir con los objetivos de la investigación, ya que permitió no solo complementar las entrevistas, sino producir un corpus de datos significativos que no se hubieran podido generar de otro modo.

Entrada a campo

Otro punto de partida operativo es la “entrada al campo”. Aunque se conozcan las características del entorno y se haya planificado, es un momento en que se definen en la práctica cuestiones como los roles de los porteros y del observador, así como las negociaciones que supone esta instancia fundamental para hacer factible la investigación. Como sostiene Guber:

El campo de una investigación es su referente empírico, la porción de lo real que se desea conocer, el mundo natural y social en el cual se desenvuelven los grupos humanos que lo construyen. Se compone, en principio, de todo aquello con lo que se relaciona el investigador, pues el campo es una cierta conjunción entre un ámbito físico, actores y actividades (2004, p. 47).

El trabajo de campo representa un momento bisagra, cuyo desenvolvimiento está condicionado por una serie de factores. La habilidad y la experiencia de los investigadores cobra importancia para que dicha labor pueda concretarse. Flores et al. (1999) sostienen que el acceso a campo representa uno de los momentos más difíciles de la investigación cualitativa. Se trata de sortear una serie de dificultades y obstáculos que son el resultado de factores objetivos, externos al investigador, y aspectos subjetivos vinculados con los propios atributos que impactan en la realización del trabajo de campo.

Durante los primeros días en el campo es habitual que los investigadores perciban incomodidad y falta de adaptación al contexto (Taylor y Bogdan, 1987). Lograr acceder a los actores implica interrogarse sobre dónde encontrarlos y cómo dirigirse a ellos asumiendo distintos papeles. Los roles del observador pasan por distintas etapas: la figura del extraño, la del visitante y la del iniciado, hasta llegar a ser “alguien de adentro” (Flick, 2007). Devenir miembro del grupo no es una condición necesaria, pero permite observar de cerca interacciones grupales y oír discursos y relatos de las personas estudiadas. Puesto que el rol adoptado por (o atribuido al) el observador define las posibilidades ulteriores, la entrada al campo es una instancia delicada para el proceso investigativo que suscita conflictos, temores y expectativas.

Los porteros/as son las personas que “nos abren las puertas” para realizar el trabajo de campo (Alejo y Osorio, 2016). Estas personas pueden formar parte o no de la población, pero en cualquier caso gozan de reconocimiento al interior del grupo que pretendemos estudiar. El rol de portero/a en ocasiones puede superponerse con el de informante clave. Este último proporciona información de relevancia sobre la población analizada, pero no siempre depende de él habilitar el acceso al campo. Tanto los/as porteros/as como los colaboradores son parte del capital social que construye el investigador, un aspecto indispensable para la realización del trabajo de campo.

En la investigación que tomamos como ejemplo, la portera fue una travesti/trans colombiana que permitió la inserción del investigador en la sociabilidad nocturna, espacio en el que pudieron hacerse la mayoría de los contactos. La labor requiere negociaciones e implica manejar tensiones y eventualmente conflictos. En el contexto de la sociabilidad nocturna resultó clave construir un vínculo etnográfico con una travesti migrante que conocía esos ámbitos, y que, por lo tanto, pudo favorecer nuevos contactos y acrecentar el muestreo mediante el procedimiento “bola de nieve”.

Las dificultades de acceso no fueron menores en el comienzo del trabajo campo. Las organizaciones políticas, en una primera instancia, no brindaron respuestas satisfactorias para que las entrevistas y observaciones pudieran realizarse. Por lo general, afirmaban que había dificultades para encontrar casos o simplemente demoraban las posibilidades de generar participaciones concretas. Por lo tanto, fue necesario adentrarse primero en el universo de la sociabilidad nocturna.

Algunas dificultades habituales

Las dificultades se diferencian de la capacidad o incapacidad de las técnicas de investigación para estudiar determinados problemas de investigación. Por ejemplo, para estudiar hechos o interacciones pasadas sería apropiado recurrir a registros o realizar entrevistas en profundidad, pero no es posible aplicar la técnica de observación participante. Cuando referimos a dificultades, en cambio, partimos del supuesto de que la técnica puede aplicarse. En el caso de la observación, las dificultades pueden estribar en el acceso a los contextos observables o en la implementación una vez dentro del escenario. En este último, tres aspectos resultan centrales y evidencian las principales dificultades para aplicar esta técnica:

  • La reactividad que puede generar la presencia del investigador

  • La exposición que supone y los conflictos éticos

  • Las negociaciones entre los/as investigadores y los participantes de estudio

En el trabajo de campo referido, las trabajadoras sexuales manifestaron en algunas ocasiones sentirse incómodas por la presencia del investigador. Por ejemplo, preguntaban hasta cuando se extendería el trabajo de campo, dado que ellas querían conversar temas que consideraban inadecuados ante la presencia de un varón. Es decir, el observador externo al grupo puede provocar incomodidad y las personas estudiadas pueden modificar sus conductas u ocultar sus opiniones. Por lo general, estas reactividades iniciales se transforman con el tiempo, dado que el investigador de manera gradual comienza a insertarse en las lógicas grupales hasta el punto de pasar desapercibido. En este caso, las trabajadoras sexuales de esa organización fueron considerando la presencia externa como algo normal, hasta asumirla con tal naturalidad que pudieron expresarse sin reactividades evidentes. Esto se debió a una actitud activa del propio investigador, quien participó de diversas instancias grupales y desarrolló la escucha para favorecer la empatía recíproca.

No obstante, una vez lograda la adaptación, surgieron nuevas tiranteces en torno a las intenciones que las nativas le atribuían al investigador. Por ejemplo, algunas referentes supusieron que el observador había tenido relaciones sexuales con una trabajadora sexual que había mostrado algún interés en él. Estos malos entendidos producen rispideces que afectan el trabajo de campo y se comprenden cuando se contextualizan en las características personales del investigador (en este caso un varón cis heterosexual joven), las cuales son tipificadas por las personas nativas a partir de creencias desde las que se suponen intenciones y motivaciones.

La exposición del investigador y los asuntos éticos dependen de las características propias del estudio. Tanto el anonimato de las personas estudiadas como la confidencialidad de los datos y la alteración de los nombres propios son requisitos indispensables. Sin embargo, estos criterios éticos básicos pueden no ser suficientes. En el trabajo de campo que tomamos como ejemplo, determinados ámbitos como la sociabilidad nocturna suelen estar atravesados por la seducción y las expectativas ligadas a entablar vínculos sexoafectivos. En algunas interacciones fue necesario dejar en claro a las participantes cuál era el rol del investigador, es decir, explicitar que no se pretendía generar otro tipo de vínculos.

Las negociaciones e intercambios son permanentes en el trabajo de campo. El investigador necesita información, pero depende de lo que los otros le permitan, de los espacios físicos a los que pueda acceder, de las personas que acepten dialogar con él, de las expectativas sobre lo que pueda dar a cambio. No es suficiente su presentación inicial para dejar establecidos roles y expectativas. En distintos momentos surgirán cambios en los roles y renegociaciones, que pueden constituir dificultades, pero también nuevas oportunidades de obtener información.

Notas de campo y registros audiovisuales

Cuando se aplica la observación participante los/as investigadores/as suelen utilizar un diario de campo en el que vuelcan anotaciones de diferente carácter. Estas anotaciones constituirán el punto de partida para la siguiente etapa, la del análisis.

En nuestro ejemplo se elaboraron notas condensadas, notas expandidas, notas metodológicas y notas de análisis e interpretación (Valles, 2000), que le otorgaron mayor rigurosidad al trabajo etnográfico. En algunas oportunidades los investigadores pueden tomar notas en el momento en el que suceden las interacciones, mientras que en otras deben hacerlo con posterioridad y valerse de la memoria. Las notas de campo se relacionan estrechamente con la guía de pautas. Puesto que resulta imposible registrar la totalidad de interacciones y procesos, las anotaciones están guiadas por las categorías de análisis, y, a su vez, permiten robustecerlas.

Puede registrarse cualquier tipo de información que se piense que podría resultar relevante. Las fotografías, las grabaciones de conversaciones informales o las imágenes con audio enriquecen el material empírico, pero solamente tienen sentido en el marco de una estrategia teórico-metodológica que las convierta en información significativa e interpretable en función de perspectivas teóricas. En la investigación que tomamos como ejemplo, los registros de conversaciones fueron útiles para complementar lo producido en las entrevistas en profundidad. Esto se produjo de dos maneras: a) orientando las entrevistas en el contexto de conversaciones informales previas, y b) retomando de manera informal, después de haberlas entrevistado, algunos tópicos relevantes en los que se consideró necesario profundizar.

Por último, cabe mencionar que existen diversas posibilidades para procesar los datos cualitativos. La utilización de softwares específicos como el ATLAS.ti y el Etnograph permiten mediante diferentes recursos descubrir categorías emergentes de análisis. Se use o no un software, el preanálisis durante el trabajo de campo es fundamental para regular el proceso y monitorear los registros que se están produciendo. En el caso de esta investigación, el ATLAS.ti permitió ordenar, mejorar la sistematicidad y la calidad del análisis de los datos.

Conclusiones

En este artículo nos propusimos reflexionar sobre la técnica de observación y destacar e integrar claves en lo epistemológico, lo metodológico y lo operativo. Acudimos a la idea de “puntos de partida” para significar a la vez la apertura a la experiencia de observar y la necesidad de establecer conscientemente desde qué coordenadas epistemológicas, teóricas, metodológicas y prácticas se iniciará el camino.

Entre los puntos de partida epistemológicos generales, destacamos la falibilidad de los enunciados observacionales, la carga teórica de la observación y la reflexividad. En lo que respecta a la observación como técnica, argumentamos que, como no es posible observar todo ni observar sin supuestos, la guía de pautas de observación es un punto de partida fundamental para dirigir la mirada a lo relevante sin que el sentido común ocupe el lugar de la teoría. La guía de pautas es un instrumento tangible, al que podemos conferirle estatuto epistemológico, y que condensa la orientación teórica, el plan de observación y las dimensiones de análisis.

Entre los puntos de partida metodológicos, es fundamental tomar decisiones –y eventualmente revisarlas– respecto al tipo de observación a realizar. Dada la profusión de tipologías de observación en la bibliografía, propusimos sintetizar las clasificaciones en cuatro ejes: participante/no participante, revelación/ocultamiento de la identidad del observador, estructurada/no estructurada, mediada tecnológicamente/no mediada tecnológicamente. Cada par contiene dos polos entre los cuales se ubican, la mayoría de las veces, las observaciones llevadas a cabo en la investigación social. La combinación de los ejes permite situar cualquier aplicación de la técnica en el espectro de variantes.

Los puntos de partida operativos son específicos de cada investigación. A partir de la investigación sobre travestis/trans migrantes que tomamos como ejemplo, advertimos que, incluso para observar a una misma población, las consideraciones iniciales y la guía de pautas pueden ser muy distintas en diferentes escenarios. Caracterizamos la entrada a campo como un momento decisivo y delicado en el cual se establecen roles y definiciones de situación que, aunque puedan modificarse, enmarcan el desarrollo de todo el trabajo ulterior. No solo es necesario acceder al campo, sino decidir de qué manera hacerlo, elegir qué vías de entrada y qué porteros son los más apropiados. En nuestro ejemplo, elegir la sociabilidad nocturna como punto de partida fue una decisión que aunó consideraciones de factibilidad y de roles, para lograr observar efectivamente lo que se pretendía.

Una vez que se accede al campo, deben sortearse dificultades específicas en cada ámbito. Una de las más recurrentes es la incomodidad inicial ante la presencia de un extraño, lo que tiene implicancias tanto éticas (hasta qué punto insistir con la presencia esperando que deje de ser molesta) como metodológicas (relativas a la reactividad). Cuando el acostumbramiento a la presencia del observador permite superar las primeras dificultades surgen otras nuevas, por ejemplo, verse involucrado en falsos rumores que afectan el rol del investigador. De la manera en que se resuelvan estas situaciones depende el desarrollo subsiguiente del campo.

Por último, la identidad que se atribuye al observador es un punto de partida, ya que define qué se le permitirá observar y en qué circunstancias. Algunas atribuciones de identidad son más permanentes e irreversibles: las características subjetivas del investigador y su apariencia física –lo que su cuerpo informa sobre quién es socialmente, en género, clase, etnia, etc.– posibilitan y constriñen la aplicación de la técnica de maneras determinadas. Sin embargo, también hay definiciones de situación y roles que se van modificando a través del tiempo. Las “renegociaciones” respecto al lugar del observador en el grupo implican que en cada etapa se observen y registren diferentes facetas de los sujetos de estudio. En cualquier caso, comprender qué impacto poseen nuestras subjetividades en las personas estudiadas y ejercitar la reflexividad es una clave para interpretar adecuadamente las acciones y los acontecimientos registrados en el escenario de observación.

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Recepción: 22 Noviembre 2021

Aprobación: 15 Junio 2022

Publicación: 01 Diciembre 2022

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